LA IGLESIA CATÓLICA JAMÁS PROHIBIÓ LEER LA BIBLIA
Invitación de la iglesia en todos los siglos a leer la escritura:
Siglo I.
«Vosotros amados,
sabéis bien las Sagradas Escrituras; tenéis un profundo conocimiento de la
Palabra de Dios. Guardarlas para acordaros de ellas» (San Clemente, 3º sucesor
de Pedro)
Siglo II.
«Leed con mayor empeño el Evangelio que nos ha sido transmitido por los apóstoles» (San Ireneo, Obispo y Doctor de la Iglesia)
Siglo III.
«El cristiano que tiene
fe se dedica a la lectura de las Sagradas Escrituras» (San Cipriano de Cartago,
Obispo y Mártir).
Siglo IV.
«No deje nuestra alma
de dedicarse a la lectura de las Letras Sagradas, a la meditación y a la
oración, para que la Palabra de Aquel que está presente, sea siempre eficaz en
nosotros» (San Ambrosio de Milán, Obispo y Doctor).
Siglo V.
«Cultivemos nuestra
inteligencia mediante la lectura de los Libros Santos: que nuestra alma
encuentre allí su alimento de cada día… ¿Cómo podríamos vivir sin la ciencia de
las Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer a Cristo que es la
vida de los fieles?....Nos alimentamos con la Carne de Cristo y bebemos su Sangre
no solamente en el Misterio de la Misa, sino también leyendo las Escrituras»
(San Jerónimo, Doctor de la Iglesia).
Siglo VI.
«¿Qué página o que
sentencias hay en el Antiguo y Nuevo Testamento, que no sean una perfectísima
norma de la vida humana» (San Benito de Nursia, fundador de la Orden
Benedictina),
Siglo VII.
«Pues habiéndote
enviado el Emperador del Cielo, y el Señor de los hombres y de los ángeles sus
cartas, en las que se trata de tu propia vida, ¿cómo te descuidas de leerlas y
no manifiestas ardor y prontitud en saber lo que en ellas se contiene? Por lo
cual, te encargo que te apliques a ese estudio con la mayor afición y que
medites cada día las palabras de tu Creador. Aprende por la Palabra de Dios
cuál es para contigo el corazón de Dios» (San Gregorio Magno, Papa y Doctor de
la Iglesia).
Siglo VIII.
«Te ruego
encarecidamente que te dediques en primer lugar a la lectura de los Libros
Sagrados, en los cuales creemos encontrar la vida eterna» (San Beda, Doctor de
la Iglesia).
Siglo IX.
«Exhorta a los fieles
al descanso dominical para que el cristiano pueda dedicarse a la oración y
ocuparse de la Sagrada Escritura» (San Nicolás, Papa).
Siglo XI.
«Siempre dedícate a la
lectura de la Sagrada Escritura. A esto entrégate enteramente y persevera y vive
con ella» (San Pedro Damián, Cardenal y Doctor de la Iglesia).
Siglo XII.
«Tenemos necesidad de
leer la Sagrada Escritura, puesto que por ella aprendemos lo que debemos hacer,
lo que hay que dejar y lo que es de apetecer» (San Bernardo, Doctor de la Iglesia)
Siglo XIII.
«Siendo probado, como
lo es, que la ignorancia de la Escritura ha originado muchos errores, todos
tienen que leerla o escucharla (Gregorio IX, Papa).
Siglo XIV.
«Esta es la Escritura
llamada por vosotros Biblia, pero nosotros los bienaventurados la llamamos sol
más resplandeciente que el oro que fructifica como la semilla que da ciento por
uno» (Santa Brígida).
Siglo XV.
«Así me diste, oh
Señor, como a enfermo, tu sagrado Cuerpo para recreación del ánima y del
cuerpo, y pusiste para guiar mis pasos una candela que es tu Palabra. Sin estas
dos cosas ya no podría yo vivir bien, porque la Palabra de tu boca, luz es de
mi alma, y tu Sacramento es pan de vida (Tomás de Kempis).
Siglo XVI.
«Todo hombre peca…si
estima más las ciencias profanas que las divinas, y lee más los libros mundanos
que los sagrados. Más aún: no comprendo cómo éstos pueden amar sobre todas las
cosas a Dios que inspiró tan saludables libros. Aunque no quiero obligar a
nadie a leerlos, tampoco puedo eximir a todos de la lectura de la Sagrada
Escritura (Adriano VI, Papa).
Siglo XVII.
«De la misma manera que
el apetito es una de las mejores pruebas de salud corporal, al gustar de la
Palabra de Dios, que es un apetito espiritual, es también señal bastante segura
de la salud espiritual del alma» (San Francisco de Sales).
Siglo XVIII.
«Es muy loable tu
prudencia, con la que has querido excitar en gran manera a los fieles a la
lectura de las Santas Escrituras, por ser ellas fuentes que deben estar
abiertas para todos, a fin de que puedan sacar de allí la santidad de las
costumbres y de doctrina (Pío VI, Papa).
Siglo XIX.
«Son muchos los
testimonios de la más absoluta claridad que demuestran el singular empeño que
los Romanos Pontífices y por mandato suyo los demás obispos de la cristiandad,
han puesto en los últimos tiempos para los católicos de todos los países traten
de posesionarse con afán de la palabra divina, tal como aparece en la Sagrada
Escritura y en la Tradición» (Gregorio XVI, Papa).
Siglo XX.
«Queriendo renovarlo
todo en Jesucristo, nada deseamos más que el acostumbrarse nuestros hijos a
tener la Sagrada Escritura para lectura cotidiana. Por ella pueden conocer
mejor el modo de renovar todas las cosas en Jesucristo» (San Pío X, Papa)
Siglo XXI
«Para que la familia
pueda caminar bien, con confianza y esperanza, es necesario que esté nutrida
por la Palabra de Dios. Por esto es una feliz coincidencia que precisamente hoy
nuestros hermanos paulinos hayan querido hacer una gran distribución de la
Biblia, aquí en la plaza y en muchos otros lugares. Damos las gracias a
nuestros hermanos paulinos. Lo hacen en ocasión del centenario de su fundación,
por parte del beato Santiago Alberione, gran apóstol de la comunicación.
Entonces hoy, mientras se abre el Sínodo por la familia, con la ayuda de los
paulinos podemos decir: ¡Una Biblia en cada familia! ¡Una Biblia en cada
familia! 'Pero padre, nosotros tenemos dos, tenemos tres'. 'Pero, ¿dónde las
tienen escondidas?' La Biblia no es para ponerla en una estantería, sino para
tenerla a mano, para leerla a menudo, cada día, ya sea de forma individual o
juntos, marido y mujer, padres e hijos, quizá en la noche, especialmente el
domingo. Así la familia crece, camina, con la luz y la fuerza de la Palabra de
Dios.» (Papa Francisco)
No hay comentarios:
Publicar un comentario